julio 18, 2004

1.Por la tarde antes de que te fueras te deje sobre la mesita de la sala un par de notas. Nada importante. Una contiene “Los secretos mejor guardados de la historia” (no sé quien mato a JFK, ni tengo los archivos del 68, ni sé si Bush es cuate de Bin Laden, solo son una especie de confesiones autobiográficas, cosas raras que te debí decir antes de que “vos” te fueras), y la otra es solo una cartita de despedida.
Espero que no te moleste que usara como pisapapeles tu estatuilla plástica de la Marinlyn Monroe.

2.Tengo frente a mí a tu Marilyn con la pierna cruzada y su vestido blanco. Debajo hay solo una de mis dos notas. . . ahora ya no sabrás los secretos mejor guardados de la historia.
El vuelo de regreso a casa es largo ¿Ahora con qué te vas a entretener?

3.A veces uno hace cosas que le marcan la vida. Yo ahora vivo como conectada a una aparato de hospital. Soy mecánica. Huelo a oxido. Me oxido por dentro. Me oxido en mi cuartito de metal azul. Soy como los niños metálicos, de habitad metálica, de la glorieta de San Jerónimo, a los que se los trago el pasto pero parecen contentos. Tu también.
Ya me voy. Sin lágrimas, nada. Me voy, no me gusta estar aquí sin “vos”. La sonrisa de tu muñequita se vuelve frívola sobre mis cartitas. La sonrisa de tu muñequita se vuelve frívola mirando al horizonte y escribiéndote en tu casa cuando “vos” no estas.
Reacomode la notita que dejaste y agregue una más:

“Me gustaría estar aquí cuando vuelvas pero yo también me voy”